jueves, 4 de julio de 2013

Zumo de naranja


Os gustan las naranjas? O....un buen zumo por la mañana recién exprimido para desayunar?...

A mi es una fruta que me gusta, y sobre todo cuando tiene ese sabor dulce como el azúcar. Pero no siempre un@ tiene la suerte de acertar.....y es que... las naranjas muchas veces me recuerdan a las personas. Cada una tiene una forma, un color y sobre todo un sabor. Las hay dulces como la miel, otras son amargas, están las secas y también las insípidas, pero.... a la hora de elaborar un zumo de naranja las necesitamos a todas, y en función de lo que aporta cada una de ellas luego le añadimos más azúcar O no, e incluso agua si el sabor es muy fuerte.

Pues en la vida y con las personas nos sucede lo mismo. No hay dos personas iguales, cada un@ tenemos una forma, aportamos algo distinto, algun@s dulzura, otr@s quizás más amargura, l@s hay sos@s o insípidas  e incluso las que son demasiado fuertes.....pero en conjunto tod@s somos necesarios para crear ese zumo de naranja que es la vida, en nuestra mano está luego aportar más azúcar, agua o miel con nuestra forma de ser para conseguir el sabor adecuado a nuestro día a día, a la vida, que a mi, en este caso me gusta verlo de color y con dosis de sabores.

Gracias por ser parte de mi zumo de naranja, seas como seas¡










jueves, 27 de junio de 2013

Sobre ruedas

Estos días me a dado por patinar. Coger mi música, ponerme los cascos y dejar volar la mente a sitios  que nos reportan paz. Sin embargo.....es algo nuevo para mi, pues nunca había patinado sobre ruedas....y, e notado una gran similitud con la vida.

Esa sensación de inexperiencia, de ganas de aprender, de fijarte en los demás para ver como lo hacen, de caerte y lastimarte, pero no desistir. Si, es cierto que la falta de experiencia hace que te confíes a menudo y termines callendote, dolorid@ y con miedo a volver a intentarlo. Pero....la vida es eso, volverte a levantar y aprender de los errores, aprendes a no ir tan rápido cuando no debes, a no lanzarte cuesta abajo sin antes aprender a frenar, aprender a acelerar cuando de verdad hay que hacerlo y a moderar la marcha cuando es conveniente. En definitiva, aprendes despacio y fallando, pero en eso consiste, en seguir y avanzar. Pues no hay mayor escuela que la pista de la vida.

A veces, también cometemos el error de querer imitar a los demás, fijándonos  tanto en como lo hacen ell@s que  por lo general lo único que terminamos haciendo es coger sus vicios y malas costumbres, y no sus virtudes. Por lo que, te das cuenta, que está bien aprender de los demás, pero no imitarlos, pues cada persona tenemos nuestra propia forma de ver y vivir la vida, tenemos que aprender a tener nuestro propio estilo, cada paso tiene que tener nuestro sello de identidad, nuestra marca, nuestra peculiar forma de dejar huella, nuestra esencia.

Sólo de esta manera, pasito a pasito, tu vida empieza a avanzar sobre ruedas, controlando cada vez más tus movimientos, sintiéndote libre, segur@, sin nada ni nadie que te detenga, entiendes que los retos están para superarlos, y que no hay nada que con fuerza y tesón no podamos conseguir.....sólo es cuestión de práctica, paciencia y ponerle una sonrisa y todo el cariño del mundo a cada etapa nueva, a cada paso. Si, me gusta pensar que la vida es como patinar, porque aunque muchas veces, termines cansad@, el viaje siempre habrá merecido la pena, pues de alguna manera, tu decides el ritmo de tu vida y su velocidad y en tu mano muchas veces esta, que el camino sea sobre ruedas....

sábado, 19 de enero de 2013

La felicidad compartida, es doble.


Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenia que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas.

Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas; las actividades y colores del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.

Según el hombre de la ventana describía todo esto con detalle exquisito, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos imaginaba; la idílica escena.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que; estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.
Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía.

Se lleno de pesar y llamo a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo.. Tan pronto como lo considero apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambia encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación.

Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para anzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama… y se encontró con una pared blanca.

El hombre pregunta a la enfermera que podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo:

“Quizás solo quería animarle a usted”.

Epílogo:

Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia situación. El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble.

“Hoy es un regalo, por eso se le llama el presente”.